14.12.10

Tabaquería

No soy nada.
Nunca seré nada.
No puedo querer ser nada.
Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo.

Ventanas de mi cuarto,
Cuarto de uno de los millones en el mundo que nadie sabe quién son
(Y si lo supiesen, ¿qué sabrían?)
Ventanas que dan al misterio de una calle cruzada constantemente por la gente,
Calle inaccesible a todos los pensamientos,
Real, imposiblemente real, cierta, desconocidamente cierta,
Con el misterio de las cosas bajo las piedras y los seres,
Con el de la muerte que traza manchas húmedas en las paredes,
Con el del destino que conduce al carro de todo por la calle de nada.
Hoy estoy convencido como si supiese la verdad,
Lúcido como su estuviese por morir
Y no tuviese más hermandad con las cosas que la de una despedida,
Y la hilera de trenes de un convoy desfila frente a mí
Y hay un largo silbido
Dentro de mi cráneo
Y hay una sacudida en mis nervios y crujen mis huesos en la arrancada.

Hoy estoy perplejo, como quien pensó y encontró y olvidó,
Hoy estoy dividido entre la lealtad que debo
A la Tabaquería del otro lado de la calle, como cosa real por fuera,
Y la sensación de que todo es sueño, como cosa real por dentro. Fallé en todo.
Como no tuve propósito alguno tal vez todo fue nada.
Lo que me enseñaron
Lo eché por la ventana del traspatio.
Ayer fui al campo con grandes propósitos.
Encontré sólo hierbas y árboles
Y la gente que había era igual a la otra.
Dejo la ventana y me siento en una silla. ¿En qué he de pensar?

¿Qué puedo saber de lo que seré, yo que no sé lo que soy?
¿Ser lo que pienso? ¡Pienso ser tantas cosas!
¡Y hay tantos que piensan ser esas mismas cosas que no podemos ser tantos!

¿Genio? En este momento
Cien mil cerebros se creen en sueños genios como yo
Y la historia no recordará, ¿quién sabe?, ni uno,
Y sólo habrá un muladar para tantas futuras conquistas.
No, no creo en mí.
¡En tantos manicomios hay tantos locos con tantas certezas!
Yo, que no tengo ninguna ¿puedo estar en lo cierto?
No, en mí no creo.
¿En cuántas buhardillas y no-buhardillas del mundo
Genios-para-sí-mismos a esta hora están soñando?
¿Cuántas aspiraciones altas y nobles y lúcidas
-Sí, de veras altas y nobles y lúcidas-
Quizá realizables,
No verán nunca la luz del sol real ni llegarán a oídos de la gente?
El mundo es para los que nacieron para conquistarlo
No para los que sueñan que pueden conquistarlo, aunque tengan razón.
He soñado más que todas las hazañas de Napoleón.
He abrazado en mi pecho hipotético más humanidades que Cristo,
He pensado en secreto más filosofías que las escritas por ningún Kant.
Soy y seré siempre el de la buhardilla,
Aunque no viva en ella.
Seré simpre el que no nació para eso.
Seré siempre sólo el que tenía algunas cualidades,
Seré siempre el que aguardó que le abrieran la puerta frente a un muro que no tenía puerta,
El que cantó el cántico del Infinito en un gallinero,
El que oyó la voz de Dios en un pozo cegado.
¿Creer en mí? Ni en mí ni en nada.
Derrame la naturaleza su sol y su lluvia
Sobre mi ardiente cabeza y que su viento me despeine
Y después que venga lo que viniere o tiene que venir o no ha de venir.
Esclavos cardíacos de las estrellas,
Conquistamos al mundo antes de levantarnos de la cama;
Nos despertamos y se vuelve opaco;
Salimos a la calle y se vuelve ajeno,
Es la tierra y el sistema solar y la Vía Láctea y lo Indefinido.
Come chocolates, muchacha,
(¡Come chocolates!
Mira que no hay metafísica en el mundo como los chocolates,
Mira que todas las religiones enseñan menos que la confitería.
¡Come, sucia muchacha, come!
¡Si yo pudiese comer chocolates con la misma verdad con que tú los comes!
Pero yo pienso y al arrancar el papel de plata, que es de estaño,
Echo por tierra todo, mi vida misma.)

Queda al menos la amargura de lo que nunca seré,
La caligrafía rápida de estos versos,
Pórtico que mira hacia lo imposible.
Al menos me otorgo a mí mismo un desprecio sin lágrimas,
Noble al menos por el gesto amplio con que arrojo,
Sin prenda, la ropa sucia que soy al tumulto del mundo
Y me quedo en casa sin camisa.
(Tú que consuelas y no existes, y por eso consuelas,
Diosa griega, estatua engendrada viva,
Patricia romana, imposible y nefasta,
Princesa de los trovadores, escotada marquesa del dieciocho,
Cocotte célebre del tiempo de nuestros abuelos,
O no sé cual moderna -no acierto bien la cual-
Sea lo que seas y la que seas, ¡si puedes inspirar, inspírame!
Mi corazón es un balde vacío.
Como invocan espíritus los que invocan espíritus me invoco,
Me invoco a mí mismo y nada aparece.
Me acerco a la ventana y veo la calle con una nitidez absoluta.
Veo las tiendas, la acera, veo los coches que pasan,
Veo los entes vivos vestidos que pasan,
Veo los perros que también existen,
Y todo esto me parece una condena a la degradación
Y todo esto, como todo, me es ajeno.)

Viví, estudié, amé y hasta tuve fe.
Hoy no hay mendigo al que no envidie sólo por ser él y no yo.
En cada uno veo el andrajo, la llaga y la mentira.
Y pienso: tal vez nunca viviste, ni estudiaste, ni amaste, ni creíste
(Porque es posible dar realidad a todo esto sin hacer nada de todo esto.)
Tal vez has existido apenas como la lagartija a la que cortan el rabo
Y el rabo salta, separado del cuerpo.

Hice conmigo lo que no sabía hacer.
Y no hice lo que podía.
El disfraz que me puse no era el mío.
Creyeron que yo era el que no era, no los desmentí y me perdí.
Cuando quise arrancarme la máscara,
La tenía pegada a la cara.
Cuando la arranqué y me vi en el espejo,
Estaba desfigurado.
Estaba borracho, no podía entrar en mi disfraz.
Lo acosté y me quedé afuera,
Dormí en el guardarropa
Como un perro tolerado por la gerencia
Por ser inofensivo.
Voy a escribir este cuento para probar que soy sublime.
Esencia musical de mis versos inútiles,
Quién pudiera encontrarte como cosa que yo hice
Y no encontrarme siempre enfrente de la Tabaquería de enfrente:
Pisan los pies la conciencia de estar existiendo
Como un tapete en el que tropieza un borracho
O la esterilla que se roban los gitanos y que no vale nada.

El Dueño de la Tabaquería aparece en la puerta y se instala contra la puerta.
Con la incomodidad del que tiene el cuello torcido,
Con la incomodidad de un alma torcida, lo veo.
El morirá y yo moriré.
El dejará su rótulo y yo dejaré mis versos.
En un momento dado morirá el rótulo y morirán mis versos.
Después, en otro momento, morirán la calle donde estaba pintado el rótulo
Y el idioma en que fueron escritos los versos.
Después morirá el planeta gigante donde pasó todo esto.
En otros planetas de otros sistemas algo parecido a la gente
Continuará haciendo cosas parecidas a versos,
Parecidas a vivir bajo un rótulo de tienda,
Siempre una cosa frente a otra cosa,
Siempre una cosa tan inútil como la otra,
Siempre lo imposible tan estúpido como lo real,
Siempre el misterio del fondo tan cierto como el misterio de la superficie,
Siempre ésta o aquella cosa o ni una cosa ni la otra.
Un hombre entra a la Tabaquería (¿para comprar tabaco?),
Y la realidad plausible cae de repente sobre mí.
Me enderezo a medias, enérgico, convencido, humano,
Y se me ocurren estos versos en que diré lo contrario.

Enciendo un cigarro al pensar en escribirlos
Y saboreo en el cigarro la libertad de todos los pensamientos.
Fumo y sigo al humo con mi estela,
Y gozo, en un momento sensible y alerta,
La liberación de todas las especulaciones
Y la conciencia de que la metafísica es el resultado de una indisposición.
Y después de esto me reclino en mi silla
Y continúo fumando.
Seguiré fumando hasta que el destino lo quiera.
(Si me casase con la hija de la lavandera
Quizá sería feliz).
Visto esto, me levanto. Me acerco a la ventana.
El hombre sale de la Tabaquería (¿guarda el cambio el la bolsa del pantalón?),
Ah, lo conozco, es Estevez, que ignora la metafísica.
(El Dueño de la Tabaquería aparece en la puerta).
Movido por un instinto adivinatorio, Estevez se vuelve y me reconoce;
Me saluda con la mano y yo le grito ¡Adiós, Estevez! y el universo
Se reconstruye en mí sin ideal ni esperanza y el Dueño de la Tabaquería sonríe.

Álvaro de Campos
Versión de Miguel Ángel Flores

9.11.10

¿Dónde habrá una ciudad en la que alguien silbe un tango?

Estaba caminando las calles rosarinas bajo la lluvia, preguntándome por qué carajo la gente le tiene tanto miedo a un poco de agua cayendo sobre sus cabezas. No estoy hablando de los truenos que son una cosa estrepitosa, es razonable que alguno se sobresalte al escuchar la manifestación de semejante fuerza natural. Me refiero a la lluvia, simplemente... ¿Acaso esa gente que se esconde abajo del paraguas, como si estuviera lloviendo ácido, no usa la ducha? ¿Acaso cuando prenden la ducha ponen la misma cara de estar siendo rociados con orín? Es para mí un misterio.
Me encontraba en esos discurrires cuando sin motivo aparente se me metió en la cabeza la vernacular letra de "La última curda". En particular la parte de
Cerrame el ventanal
que arrastra* el sol
su lento caracol de sueño...
(*) a veces dice "que quema el sol"
¿qué demonios significará?
Caminé bastante hoy, no te voy a decir que no, pero unas (pongamoslé) 20 cuadras (por tirar un número) después escucho que un mostro va silbando la inconfundible melodía del mismísimo tangazo que ocupaba mis pensamientos. Ya se, no me digás, tenés razón, no es una coincidencia como para caerse de culo, debe ser el tango más conocido del universo todo, pero me puso contento: el muñeco iba tan copado silbando el tango que me dio ganas de pararlo y proponerle cantarlo a capela y a los gritos. Pero esas cosas no se hacen en sobriedad.
Haciendo una asociación inmediata me acordé de "El Anillo del Capitán Beto", esa lírica maravillosa del Flaco Spinetta, una buena medicina para los que idealizan el escape al exterior como panacea universal.

12.6.10

El mundo es un pañuelo

Ya estaba bien entrada la noche cuando cruzamos miradas. Su frágil figurita y la manera de sostener aquel trago fluorescente de inmediato me resultaron familiares, pero no fue sino hasta después de un rato que logré recordarla. Someramente. Por ejemplo, se me escapaba su nombre.
Estaba más linda, al menos vista a través del cristal de un escabio apenas superior en calidad a la música que ambientaba aquel antro.
Ya no eran horas de pensar en nada... no obstante lo cual, la posibilidad de pernoctar entre aquellas piernas sinuosas bien valía el esfuerzo.
Después de un rato de dar vueltas por el cachengue intentando bloquear mentalmente los ritmos tropicales (que como todos sabemos provocan una disminución en la actividad cerebral) para poner en orden la marula, logré extraer algunas conclusiones: por un lado efectivamente estaba bastante más fuerte. Por otro lado, no habíamos terminado del todo bien. Lo importante fue que recordé su nombre.
Me acerqué entre el humo de quién sabe cuantos cigarrillos (tal vez sólo uno, pero que humeaba mucho) preguntándome si albergaba todavía algún rencor. Hice uso del recientemente evocado apelativo para llamar su atención.
Una afectuosa sonrisa amaneció en su rostro y, tal vez con un dejo de picardía que jamás percibí, exclamó: "el mundo es un pañuelo, ¿no?" Nos fundimos en un abrazo y sentí en el pecho una vibración, seguida de una sensación húmeda y cálida. Antes de irse meneando el culo, la muy puta se había sonado la nariz en mi camisa.

9.6.10

La contracumbre

En estos tiempos mundialistas que corren uno se sube al bondi y el chofer le habla de fóbal, abre el capó y las bujías chamullan de la redonda, prende la radio y escucha un tango que dice que a la pecosa le gusta el baile. Mas que no cunda el pánico estimados lectores a quienes el aludido deporte les importa un rábano, pues han de saber ustedes que puedesverlo.com.ar se erguirá como último bastión anti fútbol. Por cada hora televisiva dedicada al evento que surque el éter nacional, aquí, ustedes que reniegan del popular balonpié, encontrarán tres párrafos comentando las últimas tendencias en artes plásticas. Yo les digo que a cada sesenta minutos que esos fanáticos de los gajos de cuero nos taladren los oídos por la radio, en este sitio habrán de encontrar en texto todos los devenires de los últimos partidos de Lacrosse y la liga americana de béisbol. Cada vez que Araujo diga una frase fuera de lugar, aquí encontraremos instrucciones para hacer origami. E interminable cantidad de etcéteras, que permitan enarbolar el presente blog como el último blasón de resistencia contra el mundial de fútbol Sudáfrica 2010.
Nah mentira, los que no quieran saber nada con el fúlbo que se encierren en una caja de fósforos y se echen a flotar al mar hasta que termine todo el asunto, amargos pechofrío.

4.5.10

Indisciplina

Una perversa satisfacción proveniente de escalas esquizofrénicas que el cerebro no espera escuchar, cuando no directamente disonancia, dibujadas en vertiginosos compases arrítmicos.
Se abren nuevos caminos neuronales y hacen que la serotonina baile una murga con las proteínas plasmáticas enviando al torrente de pensamiento por ignotos derroteros nunca antes imaginados, como si el caudal quisiera ser encausado por un enfermo de Parkinson con swing.
Pero bueno, que otra cosa podríamos esperar de King Crimson, con Diego Capusotto en la batería y Martín Caparrós en el bajo.


I was so involved
I didn't know what to think.
I carried it around with me for days and days..
Playing little games
Like not looking at it for a whole day
And then.. looking at it.
To see if I still liked it.

26.4.10

La previa.

Los minutos antes es frecuente que me sienta mal. El remolino en el estomago hace sentir mis penas mas profundas y en busca de desahogo solo pienso en terminar el desafió importante que se esta por presentar. El temblor en las piernas corre como la adrenalina y las ansias de llegar al campo de juego. El nerviosismo aumenta con cada paso y yo solo ruego con poder ya disputar el enfrentamiento.

El recipiente cerámico en donde se desprenden todas mis penas es esta vez un lugar nuevo en donde debutar. Es mas que un territorio ajeno hoy, lo cual ya siempre es incomodo. Una cancha inundada y de instalaciones precarias: sin papel, sin cadena, sin tapas y sin puerta: el baño de mi facultad. Lugar que me veo obligado a utilizar en busca de realizar mi menester. 

Las tareas de pre-calentamiento fueron obviadas y en solo cuestión de segundos antes del primer empujón ya me encontraba en posición, listo para dar comienzo al match. 

Es aquí donde mi poder ofensivo no se hace esperar. Una vaya por demás vencida en una fugaz e incontable cantidad de veces son festejadas con un prologado grito de gol. 

Sacada una vez la diferencia era momento de enfriar el partido y mantener el resultado a como de lugar. Y es otra vez gracias a tener una nariz molesta lo que me provee la necesidad de llevar conmigo pañuelitos descartable en todo momento lo que origina la diferencia. Era el pack de 10 de los elites con olor a mentolate los que estaban a la orden del día. Sin lugar a duda fue la ayuda del resto de mi equipo la que me permito cerrar el partido. El sacrificio en el campo de juego, eso es lo que nadie le puede reprochar a mis nunca mas fieles compañeros. 

Victoria, luego de lavarme intensamente las manos e incorporarme de nuevo a clase.

13.4.10

Fulbacho

No habrán sido más de diez minutos lo que demoré en almorzar aquella tarde. Supongamos de 15:45 a 15:55 o similares marcas temporales de aquel viernes, último día laboral de una semana cualquiera. La comida era así como unos zapallitos rellenos de algún pescado con queso derretido y una rodaja de tomate al tope. Como muchas otras veces no se si estaban buenísimos o me encontraba yo invadido por una hambruna descomunal.
En los diez minutos incluyo también el tiempo que me llevó dar cuenta de la ensalada de frutas que había de postre. En total habrán sido unos ocho kilogramos de material comestible deglutidos a una velocidad sobrehumana.
Rondaríamos entonces, según dijimos, un momento inexacto alrededor de las cuatro de la tarde, cuando recibí el mensajito de texto del Cordobés confirmando el partido de fútbol cinco a disputarse en Corrientes entre Ituzaingo y Cerrito a las diecinueve horas.
Inmerso en esas circunstancias me vi en la obligación de emprender una siesta regenerativa, para llevar las energías corporales a un equilibrio, descansar la marula y el cuerpo.
Una vez concluida la siesta, que en mi opinión fue altamente satisfactoria, me levanté raudamente e hice los aprontes para encarar el camino al fóbal. Antes de salir noté que seguía existiendo uno de esos maravillosos zapallitos rellenos y me lo zampé sin más ni más.
Cacé el vehículo y rumbeé duro al pedal hacia la cancha. Esperamos que se desocupe la misma del turno anterior para luego mandarnos al verde rectángulo.
Como siempre pateamos un poco a modo de precalentamiento hasta que llegó el último jugador. Y en algún momento difuso, que si fue después del silbato inicial debe haber sido muy poco rato, comencé a sentir una sensación intensa, bastante distinta a esas que describen en los programas como "El Aguante" los hinchas de la televisión. No, más bien era como un llamado de la naturaleza que con el correr de los minutos y del trabajo abdominal que requiere un deporte como el fulbo, ya no parecía sólo un llamado, sino que se complementaba con mensajes de texto de la naturaleza, e-mails, pintadas en paredones, agresivas campañas radiales y televisivas, rumores en las calles y el boca en boca natural. Cada pique era un suplicio in crescendo.
Pongamos por caso un acontecimiento muy delicado que se dio en una jugada defensiva, en la cual el delantero del equipo contrario en su afán de conseguir el balón me acertó un involuntario manotazo en las pelotas... ahí sentí en la própia carne como todo tiene que ver con todo, como el universo se interconecta por todas las puntas, comprendí que somos ni más ni menos que la esencia del cosmos (que es uno solo) y fluimos en él como corrientes de distinta densidad buscando un noseque, tal vez el equilibrio, tal vez la felicidad, tal vez la paz mental, tal vez una casa con jardín, una reja blanca y una cuatro por cuatro o tal vez el eterno escape hacia afuera de la realidad. No se como hice para mantener todas las cosas en su lugar. Ya en ese momento el trámite parejo del partido (ganábamos por mínima diferencia) era la menor de mis preocupaciones.
Como sucede en muchos casos, la salvación llegó a partir de una jugada de pelota parada. Un corner desde la izquierda y me arrimé a patearlo. Todos los posibles receptores estaban, en principio, cubiertos y tenía un tipo adelante como para tapar el centro directo, pero se me ocurrió una alternativa ganadora: la empalé con el pie derecho y se la pasé por arriba al defensor para la cabeza del cordobés que entraba solo. Bah, yo pensé que entraba solo, pero de la nada surgió otro defensor a la disputa del balón, que caía casi vertical sin fuerza al punto de penal. El cordobés tenía la posición pero el defensor saltó con mucha potencia y con el codo un tanto elevado. No se donde quedó la pelota, pero el codo terminó abriéndole un tajo en el arco supraciliar derecho al muchacho de la vecina provincia.
La lesión precipitó el final del partido y entonces, lleno de alivio, pude ir a devolverle a la naturaleza todo lo que ella me da a mi.

15.3.10

Ética Laboral

Llega un momento en la vida de la mayoría de los hombres de bien en el cual deben empezar a trabajar para conseguir sustento. Cualquiera sea su nivel de estudios y el estrato del nuevo trabajo a desempeñar, se manifiestan radicales cambios en la vida del individuo, cambios tan capitales que pueden resultar traumáticos en muchos aspectos.
Para empezar, el novel trabajador debe enfrentarse a una nueva dimensión de relaciones interpersonales, las llamadas relaciones laborales. Se le abre de par en par un universo de nuevas personas a las cuales no puede, como hacía habitualmente, mandar al carajo sin más ni más cuando le apetecía o bien golpear hasta la inconsciencia si la primera alternativa no era suficiente. El individuo debe aprender a ocultar sus sentimientos y emanar respeto de todos los poros de su cuerpo, aunque en su interior sólo quiere repartir salivazos en la cara de todos los que lo rodean. Un ejemplo práctico y conciso de un buen comportamiento, como sugería en su momento el efímero blogger Gonzalo Mendez, sería saludar al jefe con la siguiente locución: "¿Qué hacés, puto?" Suena amistoso, pero le estás diciendo "puto" al jefe, abundaba la misma fuente. No se profundizará sobre este particular dado que cientos de árboles ya han perdido su vida en pos de relaciones laborales mejor comprendidas.
Tampoco es el objetivo de este pequeño artículo tratar las no menos importantes nuevas responsabilidades como ser: levantarse a la mañana todos los putos días, marco legal del trabajo (así como el ser humano no puede escaparle a la medicina a pesar de no haber estudiado ciencias médicas, menos que menos puede rehuirle al derecho a pesar de no haberse quemado las pestañas en ese ramo), trámites relacionados con la obra social, etc. Ya todo ha sido pensado y repensado por otros cráneos seguramente más brillantes, o al menos no tan opacos como el del que suscribe, incluso (conjeturo) se habrán pergeniado estrategias y contraestrategias basadas en este tema para aumentar la productividad, para aumentar la creatividad de los empleados, para aniquilar la competencia y para la mar en coche de etcéteras.
Pero todos callan un aspecto ineludible en el cotidiano trajinar de la masa proletaria: el asunto del baño. Tal vez parezca a priori una nimiedad, una cuestión de escasa importancia, y en efecto seguramente lo es, sin embargo ¿cuál es la manera más efectiva de utilizar el recurso compartido? Por ejemplo: si un trabajador va a hacer lo primero (entendiendo por "lo primero" una forma refinada y gay friendly de lo que más comúnmente se denomina "echarse un cloro" o más sintéticamente "mear") ¿debe dejar la puerta abierta o cerrada? Si la deja abierta corre el riesgo de distraer a sus colegas de sus menesteres con el ruido fruto de la turbulencia urinal originando comentarios referidos a la duración o la intensidad del chorro en cuestión, lo cual distrae a las personas del objetivo que es agregarle valor a la materia y por lo tanto atenta contra la productividad de la empresa. Por otra parte si se deja la puerta cerrada el resto del plantel podría pensar que en realidad está haciendo lo segundo (entendiendo por "lo segundo" una forma mucho menos creativa y mucho más ñoña de "despedir un amigo", "cagar una liana", "soltar lastre", "torpedear con caca" o "eyectarse") lo cual genera la obvia reacción de esquivar el baño hasta tanto se disipen los nauseabundos efluvios que se adivinan (aunque erróneamente) dentro del mismo. De más esta decir que el obrero que no puede descargar la vejiga automáticamente sufre una merma en su desempeño.
Habiendo aún mucha tela por cortar en el tema, debo abandonarlo porque la noche está ideal para apoliyarla.

9.2.10

Propaganda

¿Estará mi mente enferma? ¿Por qué otra razón podría ser posible que al ver una de esas propagandas de conciencia vial, de no fume paco si va a conducir, de no conduzca si va a beber, etcétera... me invaden unas ansias locas de clavarme un suero compuesto por trinitrotolueno, mertiolate, kerosen y actimel (en partes iguales) para luego montarme en una moto gp de mil caballos de fuerza, palanca al piso, espirales recién cortados y chaveta a 43 grados y salir a tirar frenos de mano como un poseído por todas las avenidas para terminar mi desbocada carrera incrustándome de lleno a 300 kilometros por hora en la caja registradora de un supermercado chino?
Se los dejo picando para que reflexionen y lo charlen con sus papis.

12.1.10

Tecnocapitalismo

Atahualpa Yupanqui decía que cultura es saber el nombre del árbol que tenemos plantado en la puerta de casa y el nombre del pájaro que se posa en sus ramas y canta todos los días.
El budista zen Chao-Chou al ser interrogado por la verdad budista respondió "Ciprés en el jardín".
Fíjense ustedes que filosofías tan poco compatibles con la del tecnocapitalismo que rige hoy el mundo. Al árbol que tenés en la puerta hay que talarlo para hacer palos para armar una policía, que el pájarito se vaya a posar a la reputa que lo parió y si después te pican los mosquitos que el ave no se comió por estar posando en la reputa madre que lo parió te vendemos un repelente, unas pastillas, un espiral, un líquido. ¿Qué? ¿No tenes plata? Vos no pertenecés a la sociedad. A la policía la usamos para aislar a los inadaptados que no comparten nuestra manera de ver el mundo que es la única que tiene éxito (sino nosotros estaríamos tras las rejas y no vos, hippie roñoso). Me refiero a esos malandrines que no quieren ser mano de obra esclava pero tampoco tienen capital como para obtener sustento del mismo y les insertamos objetos contundentes en el upite hasta lograr reinsertarlos en la sociedad.
Y qué mejor imagen de la naturaleza sometida por la técnica que un cordero al palo, sujetado en un dispositivo sujetador de corderos al palo creado por un preso, tal vez para distraerse de la sodomía, en pleno cautiverio. La combustión se alimenta de madera de los álamos que se ven en el fondo (entre otras maderas que, creame lector, también fueron árbol).



Contaminación, desertificación, explotación, catástrofes meteorológicas... ¿qué más nos deja la devastación de la naturaleza por el hombre cartesiano? Por lo pronto un delicioso cordero asado.